Alexander McQueen transformó la sastrería en una forma de arte dramático y visceral. Su técnica icónica combina la precisión anatómica con el dramatismo teatral: cortes que siguen cada curva del cuerpo con exactitud quirúrgica, detalles inesperados que sorprenden y cautivan, y una construcción tan precisa que parece más cirugía que costura. McQueen no solo vestía cuerpos, los esculpía, los transformaba, los convertía en lienzos para narrativas poderosas y a menudo provocadoras.